Como anillo al dedo:
"Estos individuos llevan en su interior dos almas,
dos naturalezas; en ello coexiste lo divino y lo demoniaco, la sangre
materna y la paterna, la capacidad de felicidad y la de sufrimiento, tan
hostiles y confusos lo uno junto y dentro de lo otro (…) Y estas
personas cuya existencia es muy turbada, viven a veces en sus raros
momentos de felicidad algo tan fuerte y tan indescriptiblemente
maravilloso, la espuma de la felicidad efímera salta constantemente tan
alta y brillante por encima del mar del sufrimiento, que este breve
relámpago de dicha alcanza y encanta radiante también a otras personas.
De esta manera se producen, como divina y fugitiva espuma de felicidad
sobre el mar del sufrimiento, todas aquellas obras de arte, en las
cuales un solo individuo torturado se eleva por un instante tan alto
sobre su propio destino, que su felicidad resplandece como la luz de una
estrella, y a todos aquellos que la ven, les parece algo perpetuo y
como su propio sueño de felicidad. Todos estos seres, llámense como se
quieran sus hechos y obras, no tienen en realidad, por lo común, una
vida auténtica; es decir, su vida no es ninguna esencia, no tiene forma,
no son héroes o artistas o pensadores a la manera como otros son
jueces, médicos, zapateros o maestros, sino que su existencia es un
movimiento y un flujo y reflujo perpetuos y dolorosos; está desdichada y
lastimosamente desgarrada. Es pavoroso y no tiene sentido justamente en
aquellos escasos sucesos, hechos, ideas y obras que radian por encima
del caos de una vida así."
(El lobo estepario, Herman Hesse)